El arte japonés del origami tiene múltiples aplicaciones, pero jamás habíamos escuchado que pudiera salvar vidas humanas. En base a esta técnica, que consiste en crear objetos con papel, un equipo de la Universidad de Stanford ha diseñado un microscopio que tan sólo cuesta cincuenta centavos de dólar y que facilitará el diagnóstico y correcto tratamiento de los más de dos billones de casos de malaria en el mundo y, en especial, en las zonas más vulnerables de África.
En base a tres piezas de papel, un lente integrado, una batería de reloj (que dura hasta 50 horas) y un poderoso LED, este invento funciona por retroproyección. A diferencia de los antiguos microscopios, que son caros y complejos en su mantenimiento y funcionamiento, en el nuevo no es necesario mirar por un orificio para analizar una muestra, sino que proyecta la imagen sobre cualquier pared.
El bioingeniero Manu Prakash, director de este proyecto, sostiene que los beneficios del pequeño tamaño y el reducido costo de su revolucionario microscopio son las claves que permitirían su distribución masiva en zonas vulnerables.
Otro punto a favor de su desarrollo es la resistencia: para demostrarlo, se realizaron diversas pruebas, como por ejemplo arrojarlo desde un edificio o saltarle encima. Los resultados fueron sorprendentes: luego de tamaños desafíos, el microscopio siguió funcionando perfectamente.
Además de ser indestructibles, descartables y baratos, estos nuevos dispositivos prometen ser iguales de precisos. La correcta impresión de cada pieza y su corte prolijo permiten ajustar o recorrer la muestra con mucha definición y una exactitud a nivel de micrones.
A su vez, el equipo ha desarrollado diferentes prototipos que se ajustarían, cada uno, a la detección de otras enfermedades específicas, más allá de la malaria. Esto se debe a que, variando el aumento de la lente, que puede llegar a ser de 2,000X, se podrían detectar distintas cepas. Y usando LEDS de diferentes colores, se convertiría en un microscopio capaz de visualizar proteínas específicas u otras bíomoléculas que posean pigmentos fluorescentes.
Ingenioso, ¿no crees?
Fuente: ADN discovery.
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